¿Por qué aprender sobre autismo puede volverse un caos?
Como buena autista, cuando un tema me interesa, busco por todos los medios posibles para aprender sobre él. Investigo en fuentes confiables, converso con personas que saben del tema, reviso artículos, ponencias, estudios… El objetivo no es hacerme LA experta, sino comprender tan bien el tópico que pueda enseñarlo de forma simple a otros. Mi mayor reto es enseñar cosas complejas a los niños. Si ellos me entienden, he logrado mi objetivo.
Hacer las cosas fáciles de entender no es sencillo. Aprender es un proceso cognitivo complejo, donde se conectan conocimientos previos, experiencias, expectativas y la utilidad de la información. Pero cuando nos enfrentamos a un exceso de información (y peor aún, a información falsa o desactualizada), nuestra capacidad de procesarla colapsa.
Cuando empecé a investigar sobre autismo, me encontré con una realidad abrumadora: había más información errónea que precisa. Me decepcionó ver que, a pesar de los avances científicos, muchas de las ideas sobre autismo en los medios y en formaciones profesionales seguían basándose en mitos. Peor aún, gran parte de esa información provenía de fuentes con intereses económicos, promoviendo “terapias” que prometían convertir a niños autistas en “normales”.
Ingresé a diplomados, magísteres y cursos, solo para encontrarme con una gran ausencia de voces autistas. Quienes tienen la experiencia de vivir el autismo en primera persona eran ignorados o desacreditados. ¡Incluso a mí me lo dijeron en la cara! Que “no podía ser autista”, que “tenía demasiadas herramientas” o “demasiados privilegios” a mi favor.
La realidad era clara: la información sobre autismo estaba dominada por quienes nunca han sido autistas y que, en muchos casos, ni siquiera querían escucharnos. Y si las voces autistas no se consideran válidas, ¿cómo podría cambiar la percepción errónea que existe sobre el autismo?
El gran error que cometí al empezar (y cómo evitarlo)

Con toda esta indignación, decidí empezar a compartir información en redes sociales. Quería combatir la desinformación, así que tomaba lo que aprendía, lo digería y lo lanzaba al mundo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que algo no estaba funcionando.
A pesar de mis esfuerzos, no parecía estar logrando el impacto que quería. Algunas personas me decían que el contenido les resultaba difícil de procesar. Otras se confundían con conceptos que yo creía básicos. Y algunas simplemente se desconectaban porque el tema les resultaba demasiado abrumador.
Mi error fue asumir que todas las personas tenían los mismos conocimientos previos que yo. No diferencié entre quienes estaban empezando a aprender sobre autismo y quienes ya conocían ciertos conceptos. Tampoco me detuve a considerar la carga emocional que implica aprender sobre autismo, sobre todo para quienes recién están procesando su propio diagnóstico o el de un ser querido.
El resultado: en lugar de motivar a más personas a aprender, estaba contribuyendo a su sobrecarga de información. Y al ver que no lograba el impacto que quería, también me desmotivé.
Demasiada información no siempre ayuda: la clave está en esto

En mi intento por corregir este error, hice lo que mejor sé hacer: investigar. Y me di cuenta de que la clave para enseñar no está solo en compartir información, sino en acompañar a las personas en su proceso de aprendizaje.
Cuando un estudiante comienza a aprender algo nuevo, necesita estructura y orientación. No se trata solo de dar acceso a la información, sino de presentarla de manera gradual, asegurando que cada concepto se entienda antes de pasar al siguiente. También se necesita un espacio seguro para hacer preguntas, expresar dudas y procesar las emociones que surgen al aprender algo que desafía nuestras creencias previas.
Por eso, hoy ya no me limito a compartir información. Ahora me enfoco en estructurarla de forma que sea realmente útil para quienes la reciben. Y, sobre todo, en acompañar a quienes quieren aprender sobre autismo de manera clara, sin abrumarse y sin caer en mitos.
¿Por dónde empezar para entender el autismo sin volverte loca?
Si tú también te has sentido abrumada con tanta información sobre autismo, quiero decirte que es completamente normal. Hay demasiadas fuentes contradictorias, demasiadas opiniones y demasiado ruido.
Mi consejo es simple: empieza por la experiencia autista. Así como no le preguntarías a un cirujano cómo duele una fractura sin hablar también con alguien que se haya roto un hueso, no deberías aprender sobre autismo sin escuchar a personas autistas. Sí, los estudios científicos son importantes, pero no pueden reemplazar la experiencia vivida.
Y si te sientes perdida en medio de tanta información, busca una guía. Aprender sobre autismo no tiene que ser un camino solitario. La comunidad y la educación estructurada hacen toda la diferencia.
Dime en los comentarios: ¿Alguna vez te has sentido abrumada con tanta información sobre autismo? Cuéntame qué ha sido lo más difícil para ti y qué te ha ayudado a encontrar claridad. ¡Te leo!

Y si quieres una guía confiable y bien organizada para aprender sobre autismo de manera clara y sin sobrecarga, dime en los comentarios qué es lo que más te ha confundido hasta ahora. ¡Quiero ayudarte a encontrar respuestas!
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