Cuando empecé a trabajar como psicopedagoga, lo hice con todas las ganas de ayudar. Me preparé, estudié, asistí a congresos, me actualicé en inclusión. Creía que estaba lista para acompañar a mis estudiantes y pacientes con sensibilidad y profesionalismo.
Pero con el tiempo —y, sobre todo, con la experiencia vivida— entendí que, aunque tenía buenas intenciones, había muchas cosas que no sabía.
Y no por falta de compromiso, sino porque la formación que recibí no incluía realmente la mirada neurodivergente.
Aprendí técnicas para “intervenir”, no para escuchar.
Me enseñaron a trabajar sobre las conductas, no a comprender sus causas.
Me hablaron de adaptar materiales, no de adaptar expectativas.
Lamentablemente, desde entonces, las cosas se mantienen igual: he visto con profunda tristeza cómo los contenidos que se enseñan a los futuros profesionales que trabajarán con neurodivergentes siguen siendo igual de anticuados y rígidos que en mis años de estudio. Lo que es peor, siguen siendo los mismos contenidos que se enseñaban el siglo pasado.
Pensaba que sabía… hasta que entendí que no
En mis primeros años, creía que apoyar a una persona autista era identificar conductas desafiantes y buscar estrategias para “corregirlas”.
Pensaba que con los niños con TDAH el objetivo era lograr que se concentren más y se muevan menos.
Veía la inclusión como una forma de ayudar a encajar. Claro, fue lo que me transmitieron, lo que me enseñaron, los conceptos que los primeros médicos y profesionales de la salud y la educación fueron probando con sus sujetos de prueba, algunos bajo dudosas normas éticas, y que dejaron plasmados en literatura de hace un siglo o más y que aún se considera la base sobre la que trabajar.
“Me enseñaron a trabajar sobre las conductas, no a comprender sus causas.”
Aunque en ese tiempo los métodos, clasificaciones y decisiones que se tomaban eran profundamente cuestionables, incluso desde la ética humana, todavía son defendidos en ciertos contextos educativos. Algunas decisiones se justificaban con argumentos pseudocientíficos o morales que hoy nos estremecerían. Aun así, se enseñan todavía como si fueran verdades indiscutibles.
La historia humana es prueba de que todo lo que el ser humano desconoce, lo tilda de antinatural y busca acabar con ello. Y aunque esto lo entendí como falta de conocimientos, quizá de tecnología que ayudara a descubrir más sobre la neurodiversidad, y tal vez por eso acepté al inicio lo que me enseñaron sin cuestionarlo, realmente en mi corazón sentía un dolor que no podía describir, hasta ahora.
“Mi trabajo se supone que era ayudar a encajar, pero ni yo podía encajar en un mundo que me parecía ajeno. Así que dejé de fomentar ese objetivo en mis alumnos.“
Hoy sé que no basta con eso.
De hecho, muchas veces ese enfoque hace más daño que bien.

Me habría gustado saber que…
🔹 No todas las personas autistas son iguales, y hablar de “alto” o “bajo funcionamiento” no ayuda a entenderlas. Es más, ni siquiera existe algo tal como “alto” o “bajo funcionamiento”.
🔹 Que las conductas desafiantes, muchas veces, son expresiones legítimas de malestar o necesidad. Y de desafiantes no tienen nada, al menos para alguien que no sea la propia persona autista, que estará luchando por hacerse entender. Son crisis, y desgastan.
🔹 Que se puede tener enormes fortalezas y, al mismo tiempo, necesitar apoyos constantes. Las habilidades, capacidades y fortalezas no son disminuidas por los desafíos o debilidades que enfrentamos.
🔹 Que hacer ajustes no es un privilegio, es un derecho. Y, por cierto, si alguien más parece necesitar ajustes, además de la persona que los solicita, seguramente es por necesidad y no por simple capricho (aunque no tenga un diagnóstico).
🔹 Y que el lenguaje importa. Escuchar importa. Callar y observar, también.
La verdadera formación va más allá de las técnicas
Va de cambiar el lente con el que miramos.
De cuestionar lo aprendido.
De pasar del “¿cómo arreglo esto?” al “¿qué necesita esta persona para estar mejor?”.
Y esto —te lo digo con cariño— no lo enseñan en la universidad. Aún.
Lo aprendes caminando junto a personas neurodivergentes. Escuchándolas. Dejándote tocar por sus vivencias.
Pero déjame asegurarte algo: estoy trabajando arduamente para cambiar ese modelo y llevar la neurodiversidad a las aulas, a enseñarla como lo que es, nuestra realidad humana. Y sé que no soy la única haciéndolo.
¿Por qué te cuento esto?
Porque muchas de las personas que llegan a mis talleres y cursos son como yo fui:
Profesionales, cuidadores o docentes que quieren ayudar, pero sienten que algo no encaja.
Que hay un vacío entre lo que aprendieron y lo que viven día a día.
Que la teoría no alcanza para abordar lo que sienten, lo que ven y lo que les duele.
Y no se trata de culparse.
Se trata de abrirse a una nueva forma de aprender.
¿Te resuena esta historia?
Si trabajas o convives con personas neurodivergentes y sientes que hay más preguntas que respuestas…
Tal vez no te falta información.
Tal vez lo que necesitas es otra mirada.
Estoy preparando un espacio formativo pensado justamente para eso.
Un curso donde podrás aprender desde adentro, con perspectiva autista, con herramientas reales y mucha humanidad.
🌱 Se llama Desde la raíz, y será mi programa más completo hasta ahora.
Pero antes de que parta, te invito a dar el primer paso.
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